Televisión o Cultura: El curioso caso Marcelo Tinelli

En la época actual caracterizada por la imagen y el constante movimiento de estas, la televisión tiene un papel fundamental en la formación de pastillas culturales.

Antes que nada, para cualquier tipo de análisis habría que definir cultura, no desde el espectro habitual, en el cual se intenta dar un poder ilimitado al concepto, ubicándolo en la infinita diversidad de creaciones humanas, sino desde otro punto que incluya más el conflicto que supone el término

Quizás, una definición apropiada para el concepto cultura, puede darse como proceso identitario. Entonces, cultura será todo aquello que constituya un proceso de identificación entre un grupo de personas o una sociedad establecida.

Una vez demarcada la distinción entre lo que llamamos cultura y lo que opera por fuera de ella, se puede empezar a debatir que rol cumple en la construcción cultural la televisión

Es que si la televisión crea procesos identitarios de los pueblos, o los legitima, entonces la distinción a Marcelo Tinelli no sería un equívoco como se pretende señalar, sino un reconocimiento formal a la tarea de años del mencionado conductor.

Pero sí, como defendemos algunos, quizás los menos, la cultura se establece no desde la televisión, sino desde un conjunto social que determina ciertas conductas, creaciones, procesos que exceden ampliamente lo televisivo, y tienen que ver con corrientes de pensamiento y construcciones ideológicas, entonces el reconocimiento es un gran fallido de la política que tomó la determinación.

Reconozco que  la cuestión de la cultura es tan amplia que se transforma en inasible. También acepto como dijo esta semana el filósofo José Pablo Feinmann, que el programa del conductor tiene una función ideológica, que es negadora de los principios que defiendo en esta nota. Pero si se reconoce la función ideológica, entonces también debe reconocerse la fuerza de la cultura en este caso.

No obstante, hay que diferenciar largamente al entretenimiento de la cultura. Y en este punto, el entretenimiento como bien fue escrito por la escuela de Frankfurt, tiene una función ideológica diferenciada de lo cultural.

La televisión, como medio masivo de comunicación tiene el objetivo de formar, legislar y crear valores. La reproducción de estos y la inserción de los mismos como verdaderos es la operación lógica de un discurso que se pretende verdad.

En los últimos días, a raíz del debate del rol de la televisión y de los medios, un grupo de periodistas intentó sostener lo siniestro que les representa la idea que sostiene a la televisión como la responsable del pensamiento de los espectadores.

No se trata de afirmar pues, como se pretende banalizar a la cuestión, que la sociedad es idiota y cree lo que le es impuesto desde los programas que ve o reproduce.

La televisión es un fenómeno masivo que opera en la alienación del sujeto. Por tanto es negadora de la cultura de un pueblo ya que intenta destruir la diversidad de los procesos culturales que la componen, uniformizando valores, legitimizando un mensaje que se codifica en función de un público al cual se lo ve como masa y no admite ningún grado de diferenciación

Para tener éxito en su empresa dentro de un mismo mensaje crea subvalores como los tiene el programa que hace Tinelli:

La emoción

La carencia

El conflicto

Héroes y villanos.

Diversión

La diferenciación no existe porque el mensaje es el mismo para todos, pero contiene tópicos insertos, con los cuales cada persona en su complejidad puede verse identificada.

El trabajo de la televisión entonces es cuestión de repetición. El éxito está asegurado en tanto y en cuanto se instale, y se repita una y otra vez hasta que no sea más que la única opción para el telespectador. Para muestras basta el botón, que significan todas las emisiones en torno al mencionado programa, de la reciente personalidad destacada de la cultura.

La voluntad inducida

Un artículo en Infobae.com sostiene que el programa de Tinelli tiene que ver más con la democracia, que un programa sobre filosofía en el canal estatal, porque el primero tiene que ver con aportes “voluntarios” de la sociedad civil y no con aportes obligatorios de esta traducida en impuestos.

Aún no sé que me resulta más siniestro de la frase anterior, pero voy a explicar los dos grandes fallidos de esa afirmación.

El primer gran error es afirmar que la sociedad civil hace aportes voluntarios al sistema privado de televisión. Nada escapa al gran sistema, y mucho menos la voluntad de las personas.

Párrafos antes se enunció que la televisión opera en la alienación del sujeto creando valores. En el caso de la reproducción por parte de las personas de tal o cual programa, no está operando la voluntad de ellas, sino que está operando una voluntad inducida por un fenómeno masificador.

La filosofía a través de Aristóteles agrega al concepto de voluntad, el conocimiento de la causa que la mueve, la concepción del contexto y el mundo exterior. La realidad en los actos voluntarios, su conocimiento, la comprensión de ella es fundamental para la construcción de los actos que construimos como voluntarios. En este caso, la voluntad no parece estar fundamentada por lo que Aristóteles sostenía como acto voluntario, sino inducida por un medio masificador que codifica un mensaje. Una vez que el discurso está en juego su reproducción social es cuestión de medios de producción.

La voluntad de la sociedad civil es una farsa, una inducción mediática fundamentada en una lógica del mercado.  No hay nada menos democrático que eso, una ideología silenciada y aceptada por las masas sin resistencia alguna. El juego de inclusión/exclusión en los medios es cínico al punto de legitimar lo privado por encima de lo público, la democracia se iguala así a la cultura de lo privatista, a un producto de una industria que genera ganancias. La filosofía va a perdida, entonces debe ser desechada.

Que Tinelli tenga que ver más con la democracia que un programa estatal responde a una definición de democracia que escapa a la cultura, y responde a la economía y a los valores de determinado sistema económico.

El Estado tiene como función garantizar el pluralismo y la diversidad cultural. Actúa como garante de su pueblo, y para equilibrar fuerzas debe dar sostén a discursos por fuera de los dominantes en el sistema televisivo.

Quizás al autor de la nota de Infobae le gustaba más el canal estatal, cuando Gerardo Sofovich y sus programas de humor prefabricado inundaban las pantallas de la televisión pública y los filósofos no ocupaban ningún espacio.

Eso nunca tuvo nada que ver con la democracia. Tampoco con la cultura. No parece que el programa de Tinelli o el personaje mismo tengan que ver con algo de eso, quizás la distinción apropiada hubiese sido, la orden al mérito por el valor de defender la empresa ideológica del espectáculo durante más de 20 años.

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